Juana del Carmen Hernández, tiene 60 años y es natural de Trinidad, su abuela le enseñó bisutería y a bordar, aprendió a hacer manteles, ropa de cama y puntas de los vestidos de gala. Tiene dos hijos, ambos son artesanos, uno de ellos trabaja el cuerno de vaca y vive en Italia; las actividades cotidianas de su otro hijo no le permiten dedicarse al arte. Ella se dedica a hacer manteles y venderlas a los turistas, para poder mantenerse y vivir decentemente. Ha dejado de hacer cestería y sombreros porque la fibra se está extinguiendo y no les permiten ir a los campos a cortarlos.
Reyniel, es un hombre, que vende collares, aretes y pulseras en una calle de Trinidad, aprendió el oficio a los 18 años, hoy con sus 53 sigue vendiendo su arte a los turistas que ocasionalmente llegan por esas calles. Su familia es muy pobre y sostiene con esas ventas a sus nietos.
Ana Elena Rodríguez Cadalso, es farmacéutica y tiene maestría en medicina bioenergética y natural, lideró un proyecto de plantas medicinales llamado ´Boticas Remedios del Cimarron su objetivo es rescatar el uso de plantas medicinales poniéndole ciencia, tecnología e innovación y lograr con ello, la declaración del uso de plantas medicinales en Trinidad como Patrimonio Intangible. “Lo más importante es que nos sentimos parte del pueblo y que estamos dando respuesta a las situaciones epidemiológicas que se van presentando y buscando soluciones con plantas medicinales”.
Yoan Mesa Zedeño, es
un joven de 27 años, licenciado en Historia, trabaja como conservador en el
Museo de Historia de la Ciudad de Trinidad. Nos cuenta con entusiasmo los
inicios de su pueblo, que a la llegada de los españoles cultivaban y
comercializaban tabaco, caña de azúcar y esclavos. El amor de la gente a estas
tierras, ha hecho de este lugar una de las ciudades coloniales mejor
conservadas en América, lo que les ha permitido, en 1988, junto al Valle de los
Ingenios, ser reconocidas por la Unesco, como Patrimonio Mundial de la
Humanidad.
Yamari Silva y Pedro Javier Suárez Contreras, son esposos desde hace 30 años, ella
es guía de turismo y trabaja en el Museo Municipal de Historia los mismos años
que lleva casada, él es ingeniero nuclear, es profesor de la universidad del
Centro Universitario Municipal Julio Antonio Meya de Trinidad, tienen una hija
que quiere seguir los pasos de su padre, estudiar en Europa, hacerse
científica, y especializarse en meteorología.
Fulgencio Giral Bazán, es un artesano que trabaja desde hace 35 años la Palma
Yuraguana, recuerda que aprendió el oficio de dos grandes artesanos, el Rafa y
el Cerquera, ahora él es el gran maestro que hereda esta tradición a sus hijos
y nietos, sus manos hacen verdaderas obras de arte que vende a los turistas, me
cuenta emocionado, que ha mostrado su arte en varias publicaciones extranjeras.